Chaos Blogging
Diario P2P (Punto a Punto)
Me levanto en la mañana como siempre, un poco resignado de que todavía me queden algunos días que legarle a los sueños de otros.
En lugar de dedicarme a leer, como me gustaría, tras el café me preparo para salir a chequear los protocolos de red en un par de computadoras de la oficina de mi cuñada: en esencia, me quito tiempo de crecer porque la economía doméstica demanda liquidez inmediata.
Llego a la oficina y tras re instalar un programa en red para la venta y comparación de precios globales de tickets aéreos, me entretengo en “viajar” primeramente chequeando “en vivo” los destinos más baratos que las diferentes compañías se disputan segundo a segundo; y después, por pura inspiración de turista frustrado, cómodamente sentado en el Google Earth volando de La Habana a París, del Sahara a Estambul y finalmente, dándome un saltico al Cañón del Colorado…
Las dudas que me aparecen respecto a la instalación del software y los errores que ha estado dando, los dilucido en Internet. Como me sucede constantemente, me doy cuenta de que me resulta más efectivo cotejar estos datos en comunidades online que releerme los documentos que traen los programas y que en este caso, ya nadie en la oficina sabe donde están.
Me paso el día “navegando”, comparando, y agradeciéndole a la tecnología que vaya más rápido que la norma, y nos facilite el trabajo.
Mi inglés no siempre es exacto, por lo que tanteo mis desconocimientos hasta que… ¡iluminado! recuerdo a mi amigo el Señor Wordreference que acude en mi ayuda, multilingue, desde su interface azul.
Termino poniendo en colaboración programas irreconciliables que gracias a la magia del “hazlo tú mismo” resultan super coherentes: traductores online, comunidades de autodidactas, softwares técnicos, servicios profesionales de soporte “en vivo” y un largo etcétera.
Agotado, decido saber cómo va el mundo y me entero de que las noticias llegan más rápido por Twitter que por CNN y que de algún modo, las tiranías tradicionales se reconocen incapaces de censurar sus barbaridades comunicándose codificadas en bits oportunos y alternativos.
Se acaba el día y manejo a casa de mi cuñada casi agradeciendo no tener que seguir sentado en Internet.
Cuando finalmente salgo del tráfico noto que, como muchas veces me sucede, no sé donde estoy.
Desorientado decido llamar a mi esposa, dándole secretamente las gracias a la tecnología celular, sólo para que me recuerde que mi inteligentísimo teléfono tiene un GPS, justo allí, pegado a mi oreja… Pongo la dirección de mi cuñada y algún amigo, sin interface y comprimido en transferencia de datos, me guía seguro desde un satélite “allá arriba”.
Llego y me abre la puerta la sobrina de 9 años, que me lleva directamente a la computadora para enseñarme cómo ha creado su propia página web, en un editor online… le pregunto si sabe HTML y me mira como si le hablara en Chino. Después simplemente abre un interface de “agarra, desplaza y suelta” y casi se arma otro en 5 minutos.
Logro zafármele cuando ya me contaba que su amiguita le había pedido a los padres ponerle un GPS a su perro, por si se le volvía a perder…
Mi cuñada me espera con unas tarjetas pre-pagadas que según me cuenta, resultan mucho más baratas para las llamadas internacionales. Debo llamar a la abuela que hoy cumple 95 años…
Me responde desde Cuba. Está contenta aunque se queja de que “ya no veo muy bien”. Pienso que yo tampoco y sólo tengo 46.
Le pregunto qué quiere que le envíe de regalo por sus flamantes 95 y me dispara una petición que no pude ni imaginarme 2 meses atrás: “la niña me llamó ayer de Barcelona y me dijo que se había comprado un iPad o algo así. Uno de esos libritos que son como una computadora plana que están vendiendo y que uno puede ampliar las letras… con eso puedo leer. ¡Tráeme uno de esos!”. Me quedo pensando si no me saldrá más barato comprarle una lupa…
Ante mi asombro, mi cuñada me mira con cara de que ya la abuela delira y se va a ver la televisión. Su hermano ha logrado, con una caja satelital crackeada, localizar unos canales con una telenovelas brasileñas que le encantan.
Todavía anonadado con la información técnica de la abuela, salgo para la casa pensando en la velocidad de los tiempos.
Un comentarista explica en la radio que Google se convierte, poco a poco, en una especie de Gran Hermano que todo lo sabe y todo lo ve… Escucho, suspendido entre Huxley y Orwell, entre Bradbury y Verne e intentando, sin resultado alguno, imaginarme el mundo en 20 años.
El celular me trae a la realidad: me llama mi esposa para decirme que me apure, que hoy tenemos un webminar con Jonathan. Acelero rumbo a la casa con una pregunta rondándome la cabeza “¿qué me pedirá la vieja cuando cumpla los 100?”
Nota: