Publications written by Omar Estrada

Industria, Animas y Trocaderos

Ensayo para el libro Poética contra el Olvido sobre la obra Irene Sierra Carreño. 
F&C Arts, Inc. San Juan, Puerto Rico

... del otro lado estaba el circo Santos y Artigas o Pubillones, que tenían doce leones en el sótano, que se pasaban las noches rugiendo de una manera tal que los rugidos entraban en la ópera, y encima de todo aquello había un gigantesco anuncio verde lumínico, que era el primer gran anuncio lumínico que se hizo en La Habana, donde había una rana verde enorme que parpadeaba y un letrero que decía: El agua sola cría rana, tome ginebra la Campana. [1]. 

Alejo Carpentier

Industria - Omar Estrada

Evocar la Ciudad es más que arrebatarle las nostalgias, de ahí ese murmullo que se levanta desaprobador ante el ojo que escoge y en el acto mismo, encarna un criterio que desplaza, discrimina, separa.

La Habana no es sólo una Ciudad que cae, el futuro inevitable de una urbe que "se fajó" con todos los y las capitales por inventarse un futuro, sino más bien un órgano colectivo que fluctúa, un animal despierto que como cualquier otro se derrumba y levanta, se hunde y reaparece, como un Nessi caribeño indefinible y cautivador y que en su esfuerzo se llena de deudores que lo cantan o lo desaprueban.

Nacer en una ciudad comporta el privilegio de poseerla y de cargarla (sirva la Polimita como ejemplo, con todos sus colores) y el derecho de amarla o sofocarse en ella hasta el cansancio; hasta odiar el sol despiadado como un yunque y las historias todas y sus mil personajes. Franquear estas columnas, como diría Carpentier, es someterse para dominarlas; deslumbrarse en el alto capitel corintio que pierde su sostén aniquilado entre la mosaiquería Sevillana y bajar confundidos hasta las baldosas de los portales que repiten caprichosos todo el artesonado.

Como a las puertas del paraíso o el infierno (según el caso y decidido el franqueo) todo lo que encontramos es estrictamente posible: la luz, las lágrimas, los framboyanes sangrando y el bembé y la guitarra. También el trapicheo de la supervivencia, la consigna tumultuosa, la trova y el edificio árido. Sea suficiente el esfuerzo para que nos perdamos en esta ciudad mútiple, superpuesta y acordonada... por el mar. El olor es a sal y a polvo seco, sudores calcinados y amanecer de ceiba y galán de noche.

Blanca "como un coco" generalmente y mientras pinta, Irene estalla negra como el café de cualquier despertar cubano si algún solar lindante se atreve a desafiarla con la cadencia virtuosa de la rumba más rancia o a puro cajón, campana y clave [4]. Su sangre bifurcada (lugar común de este pueblo multirracial) baña todos los lados, desde la más altiva hispanidad hasta el África anclada y el tren de chinos y demás arribados.

Ha sido artista siempre, pasando de una infancia de premios nacionales a dibujante de cine animado, diseñadora numismática y pintora inagotable que se abre a la gráfica y la escultura y a todo cuanto le encanta.

Continuation

Su paleta todavía se carga de la argamasa y la cal colectadas en rebotes diarios entre la tintorería de Ñico, el tráfico inidentificable del solar de La California y los predios de María, la profesora de acrobacia ("Mari la cirquera" hoy), a quien con vocación comunitaria la Revolución le fundara en los 60s un local donde el bar Arrecife se desplegaba a fuerza de vitrola y que también fue imprenta [6] en su momento y ahora otro espacio de historias incrustadas y por contar.

Irene es una maga que hace a cada segundo lo que otros han hecho sólo ocasionalmente: desempolvar La Habana volviéndola a fundar, lavar sus columnas apuntaladas, acicalar los patios, sorprender en silencio toda la herrajería y multiplicarla donde quiera que va y a contrapelo. Pero Irene es también una depredadora que se apropia de los balcones, de las cerraduras, de los guarda-vecinos y la vitralería; arranca toda la savia en efusión que se instala inesperada en los recovecos urbanos y trasplanta sus enredaderas al vaivén-horror vacui de sus composiciones. En cada aventura se lleva la ciudad, sus puertas y ventanas, los mil y un personajes extemporáneos que la circulan, los hombres que la poblaron y sus obras (grandes artistas algunos) y los que aún la pueblan, con las suyas; la luz, los aguaceros y el ruido del Caribe.

Vive en un tiempo sin tiempo y se inventa el azar al que aclimata con la voz de Joseíto (habanero enamorado en Guantánamo) y el jugo conquistado a tanto mestizaje, amasados con la maestría de todos sus talentos. Crea y se escapa protegida por la dulzura de una princesa taína, alucinada ante los trucos múltiples del Dios de la Jiribilla [7].

En los rincones de este laberinto casi flotante, contenido en un paraíso que siempre vuelve entre Prado y Galiano y Malecón y Zanja, podemos encontrarla toda industria [8], correteando entre ánimas y trocaderos, reinventando fachadas y horizontes y espejos. Junto a su urna de cristal (posiblemente Checo) un cartel casi nouveau advierte a los curiosos conquistados: ¡cuidado, sueña [9] en calma y pinta sin descanso!

Omar Estrada
La Habana, Noviembre de 2003


NOTAS

[1] Tomado de Sobre la Habana. Conferencias.

[2] Bueno, ya saben, donde estudió la mayoría de los grandes del arte cubano.

[3] Municipio habanero.

[4] Si alguien lo duda invíela a "sonear ".

[5] De muy divertida reputación en La Habana de la República.

[6] Donde se imprimiera el Havana Post hasta los 50s.

[7] Dios que según Carpentier debe haber intervenido en las coincidencias citadas en el exergo.

[8] Dirección de la artista en La Habana.

[9] "Diñe" a Guillén.

Omar Estrada