Publications written by Omar Estrada

FLASHBACK: la pintura como Ethos

Por Omar Estrada

Flashback - Omar Estrada

La analepsis (flashback en inglés) es un recurso narrativo que se utiliza —en el cine, la televisión, la literatura— para alterar la secuencia cronológica en la historia y trasladar la acción provisionalmente al pasado. El flashback, entonces, opera como una herramienta de la escritura: una unidad temporal que se activa como vehículo de la memoria en el relato.

Aunque en inglés se asuma como sinónimo de “pasaje retrospectivo” el flashback, por su condición de fragmento, no es un recorrido sino un salto; difiere de la retrospectiva en que no recapitula el pasado. Es una mirada que elige en su rastreo, argumenta y regresa a su ahora.

El recorrido que nos propone Osmar Yero en Flashback —una muestra que recoge 25 años de trabajo— demanda ante todo una vocación antropológica: nos obliga a sumergirnos en un lapso inabarcable para desentrañar sus instantes y en ellos, al hombre que los formula. Este texto intenta entender la mecánica operativa en los diferentes momentos de la obra de Yero, para demostrar que hay una existencia en el hacer y que para Osmar Yero, como para muchos creadores, el ejercicio mismo de la creación constituye una existencia: un ethos creador [1].


1988 - Camagüey

El período en que Osmar Yero elabora su primera obra con conciencia de producción [2], está marcado por el inicio de la crisis soviética conocida en Cuba como el desmerengamiento [3]: la desintegración del otrora “campo socialista”. Los cambios condicionados por la debacle comunista trajeron con sus miserias [4] el abierto cuestionamiento del modelo de corte marxista sobre el que se había organizado la sociedad cubana por los últimos 30 años.

Este debate, una cruel y súbita apertura de ojos para la mayoría, tuvo un impacto demoledor sobre la realidad de la isla. De repente, el ideal aspirado a contrapelo de la “decadente sociedad capitalista” comenzó a tambalearse, restándole sentido a la enseñanza de inclinación pro-soviética con que profesionales cubanos formados en las academias aliadas, educarían a los futuros artistas de nuestra “sociedad perfecta”: los voceros responsables de un arte representacional que, contrario a la tradición modernista de la educación del arte en Cuba, retrataría, a escala heroica, la maravilla de país en que nos convertiríamos.

En este contexto, con La defensa de Sebastopol [5] y la estetizada grandiosidad de El obrero y la koljosiana [6], llegan también —gracias a las atrevida generosidad de la Perestroika y la Glásnot— referencias a la naciente vanguardia post soviética; liberados los creadores de su condición de "artistas del estado".

La respuesta de la más joven generación de artistas cubanos fue, en su mayoría, la cita sarcástica y la parodia. En otros casos —entre quienes cuento a Osmar Yero— la estrategia fue la negación frontal, el anti-canon, el código vapuleado en una rebeldía descarnada, tributaria del expresionismo alemán y la nueva figuración norteamericana, que llegaban reformuladas en la transvarguardia italiana [7].

Esta etapa en la obra de Yero —que resume su primera muestra Reverberaciones (1988), la segunda, Apta para todas las edades (1989) y Soliloquio, nunca expuesta antes— se presenta como un encierro gutural, una especie de enclaustramiento en celda grande, donde dominan las construcciones simbólicas de gran formato, estructuradas en brillantes relaciones de color. Esta figuración resulta casi una anti-estética de la educación académica basada en la representación y la armonía; un alarido expandido pero limitado por el espacio físico del soporte y la reformulación de ese espacio como "espacio de la escena” en la composición.

Pintadas a la tempera sobre cartón [8], a brochazos sobre superficies organizadas para complementar las figuras del primer plano [9], estas piezas exploran la libertad. El dripping, el gesto y las transparencias descuidadas son un ejercicio casi físico ordenado por el dibujo, que define una o dos figuras protagónicas apresadas en su contexto inarmónico. Los temas aluden a los dilemas morales y las hostilidades generacionales, cifrando en la figura del “padre” o la “madre” referencias cuestionadoras al control institucional, la patria y la función del estado. En términos de color, las obras responden a una relación complementaria general sobre la cual —mezclado directamente sobre el soporte— el color “sucede” más como accidente que como elección preparada en la paleta.

En algunas piezas, como en La crucifixión acolchonada, es el hombre que posa, reciclado del canon académico del “modelo representado”, pero negado como academia al asumirse en los códigos de la nueva figuración [10]. La contradicción deviene en fórmula perfecta para cargar la idea de "el hombre contra el mundo" que es Osmar Yero en ese momento: huraño y poético en su desgarramiento.

Por lo general, las composiciones cerradas aluden a la familia como símbolo de nación, atrapada en una secuencia fractal que lleva el cuarto familiar —y pienso específicamente en el cuarto en que Osmar pintaba en la casa de San Esteban; en sus proporciones— al estatus de “nación simbólica” en la obra. Estas piezas viven el espacio físico-sicológico de Yero. El tope del encierro es su propio techo, los espacios de hogar representados son fragmentos de su propia realidad; el florero, el cenicero, el balance, en piezas como Figura presa de su propia cabeza, son identificables e inmediatos en su espacio físico.

Las obras de este período exponen un paralelo curioso. Al tiempo que aluden al encierro opresivo y la mutilación, contienen una carga sexual explícita que es parte de la irreverencia, pero que también reivindica la individualidad como derecho biológico. En conversaciones “de la época”, Osmar hablaba de una necesidad casi corporal de sentirse parte de ese espacio virtual, como si se tratara de una ventana de salvación capaz de redimirlo.

De esas conversaciones recuerdo la honestidad de Osmar consigo mismo. También su incomodidad al “argumentar”, condición común a aquellos cuyo modo de expresión fundamental es la iconografía sobre la palabra. Y porque además, era difícil explicar tanta energía en una producción donde la acción, y no su relato, era la obra misma ¡y más que suficiente!


Sobre los ideales

Mientras la etapa anterior correspondía al aprendizaje de los códigos propios y a un abordaje de temas que comenzaban a activarse como conciencia moral, la entrada al Instituto Superior de Artes (ISA) significa para Osmar Yero un mayor acceso a información de todo tipo [11] y la inmersión en un contexto más radical donde su obra evoluciona hacia lo político con el cuestionamiento abierto del sovietismo cubano y su manipulación triunfalista.

Al tiempo que las piezas maniobran hacia lo social, comienza una "refinación" del conocimiento del arte como lenguaje. Las piezas siguen explorando lo pictórico, pero asumen el propio lenguaje de la propaganda —inspirada en la cartelística rusa— en una operación donde las influencias pictóricas foráneas y nacionales [12], son también referencias al espacio cubano cifrado en los códigos de la publicidad socialista.

La serie Sobre los ideales, expuesta en la Galería 23 y 12 en 1992, es el inicio de esta evolución pero con un giro que sospecho es una referencia al enclaustramiento personal. Sobre los ideales alude a los estereotipos sociales pero el espacio social en las piezas, desaparece. El espacio compositivo se reduce, de las proporciones habitacionales de las composiciones anteriores, a unas "cápsulas de encierro" que aíslan ahora al individuo en una mayor soledad. Estos ya no están en el espacio-estudio de Camagüey sino en una probeta que los expone como en una vidriera.

Estos claustros contienen personajes empotrados en pedestales-tronos, como maniquíes incapaces de escuchar, ver, hablar; pero mostrando siempre algún atributo distintivo de su carnaval —el soldado, el ganador, el sacrificado— al tiempo que aluden a la angustia, el duelo, la libertad; temas explorados por el existencialismo.

Con esta operación vuelven, a través de la parodia, las referencias a la asfixia, la tortura, la mutilación y el sacrificio; tomados ocasionalmente de la tradición religiosa [13], mientras lo pictórico se purifica en dirección contraria, huyendo ahora de cualquier noción de belleza, ¡hasta de la identificable en lo grotesco! [14].


Carne y hierro

El clímax de este período del trabajo de Osmar es su exposición Carne y Hierro (1994) [15], que incluye la serie sobre cartulina La fábrica del odio. Esta muestra constituye un resumen-superación de los códigos utilizados desde que estudiaba en la escuela de Nivel Medio de Camagüey; una producción que continúa explorando lo grotesco pero que, ausente el gesto expresionista, es formulada con un mayor control y eludiendo sistemáticamente lo personal.

Estas piezas, de menor formato, son construidas a conciencia, apelando al uso de elementos arquetípicos paradojales en función del sentido: un mundo simbólico sublimado de condición humanista que vuelve al dilema moral pero en el contexto inmediato de lo patriótico. Así, entre amerengados y musculosos figurones [16] armados con mandarrias, bayonetas y azadones, aparecen llamaradas de condición pop, hemorragias amelcochadas y referencias kitsch de gusto ligero, haciendo su imposible sobre fondos de soles planos y terrenos de surcos baldíos.

En piezas como La gloria del deporte, la propuesta formal transita del sarcasmo a la parodia. Con guiños más cercanos al bathos [17] que al pathos, aparecen atletas heroicos, anabólicos y dispuestos, fallando penosamente y siempre maltratados en su función. Es la imposibilidad del ser en un contexto que le impide reaccionar; el héroe paralizado en un escenario no heroico: Ajax [18] en un campo cubano sin labrar.


Impasse y
transición

1996 - 1998

La declarada intención de Osmar de alejarse en este período —por agotamiento— de toda reflexión crítica respecto a la realidad cubana, es a un tiempo evidente e incierta: patente como intención pero dudosa como resultado sobre esa elección. La escueta producción de acuarelas y pasteles producida entre 1996-1998, persigue una distancia de lo contestatario en un vuelco a lo profundamente personal, pero el acto mismo deviene un gesto político por sustracción.

De vuelta a lo existencial, estas piezas despliegan una figuratividad de aspiración casi abstracta, que canaliza las frustraciones de su creador. En esta producción estamos ante la ferocidad iconográfica devenida flujo formal. Esta serie, en palabras del propio Osmar, constituía una suerte de grito orgánico, una exaltación de lo visceral humano contra la frialdad de lo estatuario, lo perpetuado. Osmar se vuelca literalmente hacia adentro, desbocando en tripas los ideales del existencialismo y con ello, todas sus protestas.

Si en las series iniciales las obras exigen ser miradas, estas declaran una existencia asquerosamente cierta, sin dobleces culturales ni representaciones grandiosas. Algunos dibujos, muchos de ellos apacibles como sanguinas en su materialidad y color, parecen “hervideros” sacados de las películas de aliens; repletos de seres extremados, de largos tentáculos que colonizan el espacio hasta lo abstracto. En este impasse, con obras como La traición, Penetraciones o Sobre el dolor, Yero apuesta, otra vez, por lo feo [19] pero alejado de lo sublime; es la muerte sin ascensión.



2006

Tras el impasse creativo de 1996-1998, hasta aproximadamente el año 2006, se dan en la vida de Osmar Yero una serie de circunstancias que condicionan una transformación de sus códigos estilísticos; la más radical en su trabajo desde Reverberaciones (1988).

Apremiado por las coyunturas de supervivencia, y ocasionalmente decepcionado de un mecanismo expresivo que se había estancado en la brecha ya explorada por artistas como Antonia Eiríz y Umberto Peña, Osmar se revisa, replanteándose las funciones del arte y su rol como creador; al tiempo que cuestiona su propia capacidad para recodificar sus propuestas en una nueva apariencia.

Agotado de insistir en lo antiestético, se propone ahora la operación exactamente inversa: el reconocimiento de su trabajo ya no en los códigos de lo feo sino de lo bello; la presentación de las mismas ideas que por años abordó pero desde una apariencia que fuera aceptada por el visualizador, para desatar sus preguntas “desde dentro”. En cierta medida, Osmar asume la estrategia del “regalo griego”, la entrega conquistadora, al ojo, y conquistadora en su intención subversiva: el caballo de Troya.

Para implementar este nuevo acercamiento Yero recurre a lo anecdótico, lo discursivo, más cercano a la representación simbólica que a la expresión. Incursionando por primera vez en la pintura acrílica —técnica excluida de su formación académica— y el uso de referentes fotográficos para armar sus composiciones, Osmar comienza un proceso que se propone como negación de estrategias anteriores y se enfrasca en una metodología que persiste en su trabajo hasta hoy.

En El mundo perfecto (2000), ya se anuncian muchas de las soluciones que caracterizan su pintura más reciente: composiciones paisajísticas en su concepción del espacio, veladuras superpuestas para conseguir un tono base de fondo, predominio del dibujo como figuración “coloreada” en tanto el color se supedita a lo dibujado, referencias a la ciudad, reservación del uso del blanco "como luz" para la terminación, cielos embaldosados...

El resultado de esta transición consciente a una obra alejada de lo repulsivo, característica más reconocible del impasse anterior, fue un cambio de actitud generalizado hacia la obra de Yero. No sólo allegados y conocidos sucumbieron a la operación sino que instituciones que previamente habían rechazado su trabajo, censurando o sacando sus obras de concurso, súbitamente reconocen la nueva producción, premiándola [20].

Continuation

Respondidos positivamente los cuestionamientos personales, Osmar se enfoca a partir del 2007 en su nueva producción, explorando a fondo las estrategias expresivas, operaciones simbólicas e implementaciones técnicas que poco a poco van consolidando la muestraTocando fondo, expuesta por primera vez en la Galería Galeano en el 2008.


Tocando fondo: la construcción de la apariencia

"La imagen atrae una memoria que está fuera del tiempo. La situación no es simplemente un caso de remembranza; es una atracción de la imaginación y la memoria, y más que eso, una “visión” [21]. Uno descubre un nuevo lugar para cosas que no pueden ser imaginadas y que no pueden ser recordadas" [22].

Richard Wright - pintor y músico británico

La serie de acrílicos sobre lienzo que se agrupó en Tocando fondo es el resultado de este cambio radical —a mi juicio el primero— operado en la obra de Osmar Yero. Este conjunto de obras persigue y consigue una ruptura de carácter sistémico definitiva respecto a su producción anterior. Tocando fondo constituye una ruptura no sólo en términos de apariencia sino como disrupción metodológica; implica un timonazo de 180 grados en los métodos mismos del proceso creador.

La ruptura viene condicionada, además, por un cambio en la vida personal del artista y por tanto, de sus prioridades. Tras temporadas intermitentes entre La Habana y Camagüey, Yero se asume de regreso en su ciudad y parece hacerlo como una derrota que pintará como victoria.

La operación más importante de Tocando fondo, referida irónicamente en el título como intención formal y como estado sicológico a un tiempo, es un juego deliberado con la “Ley de la figura-fondo” propuesta por la Gestalt [23], que proclama una percepción privilegiada del primer plano sobre el fondo.

Continuando sus indagaciones con la pintura acrílica, Osmar parece incorporar los adoquinados de su ciudad, Camagüey, en un diseño de texturas pixeladas que pretenden adulterar la relación entre fondo y figura, pero manteniendo aún la correlación figura humana-entorno, asociada a esta convención.

Desterrando lo gestual, la pincelada prácticamente desaparece mimetizada en una apariencia que aspira a la contemporaneidad eludiendo la huella [24], la artisticidad del trazo pictórico asociado a la visualidad modernista. El resultado es la minuciosa construcción embaldosada de espacios mirados desde arriba —desde “el cielo”, lugar designado al visualizador— donde confluyen fragmentos de arquitectura divorciados de sus perspectivas, huellas, paisajes marinos de gusto minoico y otros elementos disociados; componiendo escenas donde una o muy pocas figuras deambulan su soledad.

Con apariencia de mosaicos cretenses, casi táctiles, estas piezas se me antojan “ejercicios de paciencia”, domadores terapéuticos de la expresión constitutiva de Osmar Yero; una conjunción donde se combinan el decorativismo modernista y la expresividad postmoderna de los ochenta en un accionar intelectualizado, repleto de preguntas sobre la pintura y la condición existencial del creador.

En esta serie, que incluye Tondos y Visiones, Yero interroga temas como la identidad, el espacio, la muerte, los sueños de realización, el tiempo; aludidos en relojes y mapamundis, caídas y aquelarres, laberintos y descensos que no dudan en apelar a la Historia del Arte [25] para instalar su discurrir filosófico.

Esta producción, que se extiende hasta hoy, presenta también a un Osmar más cercano al disfrute como contemplación, curado de la necesidad explosiva de sus producciones tempranas. Un creador más maduro que asume su misión como una construcción existencial, como disciplina de vida: la creación de una apariencia que es su propio devenir.


Flashforward en negro

Como cierre quiero abordar una serie paralela (1990-2013) a toda la obra de Osmar Yero, 69, y su última producción Estampas negras, emparentadas por similitudes en el uso de los recursos expresivos y las actitudes de creación.

69 es un conjunto de dibujos de vocación japonesista que aspiran al divertimento y que constituyen una declaración explícita hacia lo sexual. Esta serie, “oscura” para la percepción de los mojigatos, se aleja de la elaboración técnica que demanda el proceso pictórico y se concentra en fluir sus "excesos" cuasi pornográficos [26] en la diversión descomprometida.

De composiciones abigarradas que transitan entre los grabados Shunga japoneses y los dibujos eróticos de Egon Schiele, pasando por el cómic, estas piezas son lo que anuncian: un puro gozar lo sexual como referencia, sin tabúes; naturaleza que les valió una censura hasta en un salón nacional de “arte erótico” [27].

La serie puede describirse como un continuo de brazos, lenguas y sexualidad desprejuiciada que desbordan el formato revelando unas tremendas ganas …de dibujar. A mi juicio, ese es su significado como producción prácticamente desconocida en la obra de Osmar: mantener en el creador un compromiso con el acto de crear, más allá del resultado; constituirse como experiencia que se escapa a los prejuicios de la profesión.

Por su parte las Estampas negras [28] —elaboradas con tinta negra sobre superficies trabajadas con café o tinta de color y esponja— como las piezas que conforman 69, fluyen libremente pero perfeccionando un ejercicio que se organiza sobre el conocimiento incorporado como acción. Refiriendo al procedimiento, Osmar confiesa que comienza por el extremo superior izquierdo y va elaborando sus composiciones sin pre plantearse el resultado, hasta salir por el extremo opuesto; evitando así el “método cebolla" [29] de construir la imagen pictórica paso a paso, procesualmente, volviendo una y otra vez sobre lo ya pintado [30].

La naturaleza gráfica de Estampas, que evoca el terminado de las técnicas de grabado en relieve [31], le permite a Osmar desjerarquizar la composición y con ello su ordenamiento visual. En ocasiones cercanas a la representación graffitera o el tatuaje tribal, las piezas no se estructuran sobre la composición construida, sino que “resultan” desde un reciclaje indiscriminado de signos dibujados en negro o conformados como espacios en blanco, que discurren en igualdad de condiciones, alternándose el protagónico.

Osmar acomete el espacio improvisando una gestualidad dibujada en planos gráficos, evitando lo lineal pero homenajeando en su automaticidad las pinceladas cargadas de sus cuadros iniciales.

En este desborde-horror vacui, vuelven también temas y referencias, dilemas y decisiones formales, narrativas y comentarios sociales; compendiando una producción de más de 25 años de trabajo.

Lo moral en Crímenes del corazón, la relación casi abstracta entre “fondo y figura” [32] en Gota a gota, las referencias a la Historia del Arte [33] en Matando el tiempo, las tentaciones y lo alucinatorio en La hierba del diablo y las preocupaciones por el ahora social en Ver-ano —entre otras muchas referencias a su propia producción— constituyen casi un catálogo de temas y maneras de toda la obra del creador y en estos términos, son declaratorios como ethos.

Flashback es, en suma, la crónica de una vida dedicada a la creación; un registro de evoluciones, concepciones y elecciones estilísticas que constituyen la historia de ese vivir. Un ethos ejercido desde el arte —que no es más que otra herramienta para renegociarnos la realidad y nuestra significación en ella— porque toda obra es, de algún modo, una mirada sobre la existencia y la existencia de esa mirada.

Omar Estrada
Toronto

NOTAS

[1] El ethos entendido no sólo en su acepción estética como reciclaje emocional contrario al pathos, sino también en el sentido primario de morada, hábito, costumbre: la raíz o fundamento de la praxis.

[2] Camagüey 1988-1989. Arriesgo aquí la noción de que a partir de ese momento Osmar se asume como artista, más que como artista en formación.

[3] Eufemismo peyorativo con que Fidel Castro bautizó la desintegración de la coalición política este europea conocida como “bloque soviético” durante la Guerra Fría.

[4] La “Opción cero”: un desabastecimiento progresivo de los bienes y servicios hasta ese momento garantizados por el estado cubano, gracias al subsidio ruso-soviético.

[5] Aleksandr Deyneka

[6] Vera Mújina

[7] Término acuñado por Achille Bonito Oliva en 1979 para referirse al movimiento de carácter postmoderno de “vuelta a la pintura” que se da en Italia en los años 80.

[8] El lienzo, inexistente o demasiado caro, no era una alternativa. Sus sucedáneos fueron el cartón prensado y el cartón de "teja infinita" preparado.

[9] Pese a su violencia, esta concepción es todavía muy cercana a la noción del cuadro como escena en su relación figura-fondo.

[10] Aquí se impone saludar amablemente la influencia de Francis Bacon.

[11] Información especializada sobre arte y filosofía, información inmediata sobre el acontecer artístico capitalino y mundial, información de primera mano sobre los acontecimientos políticos en Europa del Este; literatura "subversiva" abiertamente censurada en Cuba, y un largo etc.

[12] Influencias conscientes o no, encontramos en esta producción referencias a James Ensor, Georg Baselitz, Philip Guston, Antonia Eiríz...

[13] La crucifixión, San Sebastián.

[14] Reafirmando por negación la idea romántica de que “lo bello trasciende como una dimensión ética de lo bueno".

[15] Tesis de graduación del ISA.

[16] Que en ocasiones homenajean a Van Gogh.

[17] Bathos n. Transición abrupta de estilo de lo exaltado a lo trivial, con implicaciones ridículas. Pathos insincero, paródico o extremadamente sentimental (anticlímax).

[18] Ajax: héroe legendario de la mitología griega, paradigma del héroe trágico.

[19] Parece justificar a Alan Badiou cuando afirma respecto al “arte de lo informe”, que buena parte del arte contemporáneo es quizás una especie de romanticismo escondido en tanto "recuerda una dialéctica muy importante en el arte romántico, entre lo sublime y lo abyecto”.

[20] El jurado del Salón Nacional de Arte Erótico censuró La ceremonia del té en 1999 para justo el año siguiente premiar El ojo que más ve; mientras que el Salón Playa 2000 sacó de concurso Carne como una piedra en el agua, para otorgarle el premio único de pintura por El hogar en el año 2001. Igualmente el Salón Provincial Fidelio Ponce de León premió consecutivamente Resumen de noticias y El cielo y la tierra.

[21] Richard Wright utiliza en inglés el término envisionment: ver en la mente.

[22] Citado por Stuart Comer, Film Curator en el Tate Modern, en la introducción a la serie “Painting Present: Curating Painting”.

[23] “El proceso perceptivo remite a un mecanismo básico según el cual tendemos a focalizar nuestra atención sobre un objeto o grupo de objetos determinado (figura) destacándolos del resto de los objetos que los envuelven (fondo).”

[24] Declaración literal de Osmar en conversaciones para este texto.

[25] Henri Matisse, Jasper Jones, escuelas pictóricas, soluciones técnicas…

[26] Zoofilia, sadomasoquismo y un largo etcétera.

[27 I Salón Nacional de Arte Erótico. Galería “La Acacia”. La Habana , 1999.

[28] Título que le permite al artista sustraerse a clasificaciones técnicas como dibujo o pintura.

[29] Palabras textuales.

[30] Ídem

[31] Xilografía y Linografía.

[32] “A lo Keith Haring”, como reconoce Osmar denotando una influencia.

[33] Los fusilamientos del tres de mayo, de Goya.

Omar Estrada